Iglesias Bugarín, realismo cabal

miércoles, 6 de febrero de 2002

texto por pablos
Iglesias Bugarín, realismo cabal

Atlántico Diario, 6 de Febrero de 2002

En la amplia nómina de pintores gallegos apena contaba hasta ahora Javier Iglesias Bugarín, vigués, de 41 años, cuya muestra en la Casa del Libro constituye, para la mayoría probablemente una sorpresa, y para sus conocedores la confirmación de una carrea seria hacia un realismo cabal del que, en la exposición y concretamente en el paisajismo urbano, hay ejemplos en verdad notables.

Iglesias Bugarín se sitúa ante su motivo -marina, ámbito rural, medio urbano- y lo refleja con minuciosidad casi topográfica. Acaece, sin embargo, que consigue trascender la realidad, dontándola de un indecible, casi inefable encanto evocador, romántico, en la línea de maestros como Antonio López García o el gallego Xurxo Martiño, sin dejar de ser él. Siéndolo, mejor, en la visión de rincones urbanos vigueses como la Plaza de la Constitución o el renovado ambiente de Montero Ríos, con juegos de luz contrastantes, que recortan la arquitectura, que destacan los cielos, que hacen que se redoble el interés por los detalles de la ornamentación urbana. Así, al documento se añade la creatividad, que en definitica es lo importante, aunque parezca que no se despega un ápice del afán testimonial no de un lugar, sino de un día concreto y hasta de una hora precisa en ese día señalable.

No todo el resto de la amplia muestra tiene la misma calidad. Mas es lícito que el artista busque, indague y llegue a un modo de expresión en el que se encuentra a gusto y se expresa con felicidad. Iglesias Bugarín, de no repetirse y en consecuencia, banalizar su obra, puede lograr un lugar destacado en el panorama de la plástica gallega actual, tan importante, abandonados ya folklorismo tradicionales y otros tópicos minorizantes.

Su dibujo es precio, exacto. Su paleta, en la que al fin se impone un clima deliberadamente frío, es muy entonada, al servicio de un concepto plástico que es, por sí mismo, todo un riesgo, que el pintor salva con voluntad irrenunciable.

Por cierto que la sala donde expone debería mejorar un poco su iluminación para que la obra pueda contemplarse en toda su belleza y matices. Así, la pintura de Iglesias Bugarín, que es buena, mostraría toda su calidad indiscutible.

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